miércoles, 25 de agosto de 2010

CÓMO NACIÓ EL AMOR Y LA FAMILIA - I PARTE

Miryan Beatríz (mamá) y Oscar Julián (papá), se conocieron en el cursillo para el examen de ingreso a la licenciatura en el ISL, Instituto Superior de Lenguas de la UNA, en febrero de 1995.
Ella, venía eventualmente a llevar apuntes, pues no se había inscripto al cursillo, y él, que sí asistía, se interesó por aquella bella extraña, que venía ciertos días y a ciertas horas tan solo.
Miryan vestía frecuentemente en esas visitas, uniforme docente (short pollera azul y camisa blanca, y calzaba cómodas chatitas de tela), y en ciertas ocasiones, se sentaba casi al frente y al lado de Estela Segovia y Saturnina Segovia, unas compañeras cursillistas, para quedar a participar de las clases de una materia dictada por el lic. Alfredo Méndez.
Oscar, exprofesor de formación docente de Saturnina, que por tanto, era su egresada, la despachó una tarde a su lugar del fondo del aula, para poder sentarse al lado de Miryan, a quien encaró con fórmulas originalísimas, como...
- "Hola... emmm..."
- "Es la primera vez que te veo por aquí..."
- "¿Cómo te llamás...?"
(todas las respuestas fueron una: la mirada impertérrita de ella y un silencio que, si se hubiese usado con una persona normal, ya se hubiera cohibido y marchado. Pero no. Ese hombre - Oscar -, estaba hecho para ella, y la aguantó estoicamente, of course).
El cursillo duró un mes, y ambos ingresaron aprobando el examen de rigor. Ella no lo buscó, y él sí a ella. Buscaba sentarse a su lado, compartir nimiedades aparentes, que guardaban un profundo motivo de interés, y, aunque no eran novios, denotaron una posición más amistosa y, por parte de ella, menos "hostil"... jajaja.
En 1995, Miryan tenía un novio "para la foto", un sujeto olvidable que le hacía la vida imposible a ella y que la hostigaba muy celosamente (por supuesto)... Por supuesto que a Oscar NO le importó ello, y perseveró en amigarse con ella, buscando sostenerla en sus frustraciones cotidianas, las reuniones de estudio o el compartir los momentos diarios de felicidad como las frecuentes meriendas en un lugar llamado "El rincón chileno" (ubicado en Estados Unidos casi Mariscal Estigarribia, a unos quince metros del ISL, y en cuyo sitio, actualmente, funciona otro negocio distinto).
Así se inició todo, en aquel año, en el que Oscar, ya se había fijado en pretenderla por su decencia, sencillez, don de gente, inteligencia y dignidad. Así surgió el amor, día a día. Y creo que no nos arrepentimos ni arrepentiremos de ello.

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